Cuasi apexa, del nombre latino apes, cuasi sine pedibus. Animalito conocido insecto que vuela y, cogiendo el rocío de una y otra flor, nos cría un licor tan dulce como es la miel, labrada dentro de los panales artificiosos de la cera. Brevis in volatilibus est apis et initium dulzoris habet fructus illius (Eclesiastici, capítulo 2). Este solo, entre todos los animales insectos de este género, se crió para provecho del hombre, según Plinio, que, hablando de los animales insectos, libro 2, capítulo 5, dice: Sed inter omnia ea principatus apibus et iure præcipua admiratio, folis ex eo genere, hominum causa genitis. Y así se les dice, con razón: Sic vos non vobis melificatis apes. Da ocasión este animalito a muchos y diversos discursos, considerando su industria, su sagacidad, su gobierno, su limpieza, su elección en el coger de las flores, su artificio en el aderezar la colmena, hacer sus celdas sexángulas, en la continuación del trabajo y la unión, paz y concordia de su república, la clemencia de su rey, que no tiene aguijón, el no admitir más que a solo uno. Tan terribles son las abejas irritadas que, para encarecer el Espíritu Santo el rigor de las saetas de los asirios, los disfraza debajo del nombre de abejas (Esaías, capítulo 7). El vengar sus injurias tan severamente, y otras infinitas cosas, en contemplación de las cuales, Aristómaco Solense gastó sesenta y dos años, y Filisco Tasio, desterrándole de poblado por andar siempre en los montes, especulando la naturaleza de este animalito, fue llamado agrio, que vale montaraz. Y ambos escribieron particular historia y tratado de las abejas. Plinio, en el libro onceno de su natural historia, en los primeros capítulos, y particularmente en el décimo, cuenta de las abejas cosas admirables y dignas de notar, en confusión de los hombres ociosos, flojos, sucios, inobedientes, cobardes y desmanotados, condenándolos este animalito sin pies.
Es la abeja símbolo del curioso y diligente que, cogiendo de uno y otro autor las sentencias notables, como el abeja coge las flores de diferentes plantas, hace y forma una obra suave y dulce como el panal de la miel. Símbolo es también de la castidad, porque no se engendra de ayuntamiento de macho y hembra, y no por eso son menos fecundas. A Platón y a Píndaro pronosticaron las abejas por haberse sentado sobre sus bocas siendo niños, la dulzura de sus letras y facundia, y más cierto al bienaventurado San Ambrosio, como nos lo dice la leyenda de su vida. Indicio fue cierto del reino, a Dionisio, ver a su caballo, que venía relinchando y traía sobre su clin una enjambre de abejas. Lo mesmo sucedió a Hierón, a quien su padre, por haberle habeido en una esclava, a fin que no escureciese su linaje, le mandó echar en un desierto, adonde un enjambre de abejas le sustentó con su miel; lo cual, sabido por su padre, y consultado el oráculo, le volvió a recoger y fue digno de sucederle en el reino.
Los amatusios habían colgado sobre la puerta de su ciudad la cabeza de Onésilo, rey de Cipro, por ignominia y afrenta, un enjambre de abejas se asentó sobre ella y la cubrió toda de miel, la cual dicen conservar los cuerpos de corrupción; y, visto por los ciudadanos este prodigio, sepultaron esta cabeza, consultados sus oráculos, instituyéndole a Onésilo en cada un año fiestas y sacrificios, como a semidiós y héroe.
Por el abeja es significada la limpieza y castidad, en testimonio de lo cual dice Plutarco que a cualquiera hombre que de próximo ha tenido acceso y ayuntamiento con mujer, si encuentran con él las abejas, le maltratan más que a otro, y a las mujeres que han conocido varón, más que a las doncellas, a quien ellas semejan, según lo que dijo Virgilio:
Illum adeò placuisse apibus mirabere morem, Quòd nec concubitu indulgent nec corpora segnes in Venerem solvunt, aut fœtus nixibus edunt. Verùm ipsæ foliis natos, et suavibus herbis, Ore legunt.
Euquerio dice que la abeja es hieroglífico del adulador, que en la boca trae la miel descubierta y escondido el aguijón con que después mata.
También lo es de la venganza, aunque sea haciéndose el hombre daño a sí mesmo, según lo que tiene el vulgo recibido que la abeja, en hiriendo con el aguijón, muere. Y, para concluir con las particularidades de la abeja por no ser largo, referiré tan solamente los versos de Virgilio en que explica el orden que tienen en su vida y ejercicio, que es un dibujo de la república bien ordenada y compuesta, en razón de la cual, el sabio (Proverbiorum, capítulo 6) nos remite a ella con estas palabras: Vade ad apem et disce ab ea quam laboriosa sit operatrix. Y los versos de Virgilio son los que le siguen, hablando de las abejas:
Namque aliæ victu vigìlant, et fœdere pacto Exercentur agris; pars intra septa domorum, Narcissi lacrymam, et lentum de cortice glutem. Prima favis ponunt fundamina, deinde tenaces Suspendunt ceras: aliæ spem gentis adultos Educunt fœtus, aliæ purissima mella Stipant et liquido distedunt nectare cellas. Sunt quibus ad portas cecidit custodia sorti, Inque vicem speculantur aquas et nubila cæli, Aut onera accipiunt venientum, aut agmine facto Ignavum fucos pecus à præsepibus arcent. Fervet opus, redolentque thymo fragantia mella.
Por ser tan de provecho, dio ocasión al proverbio «Abeja y oveja y piedra que trebeja». El griego la llama μέλισσα (mélissa), por ser fabricadora de la miel, y el hebreo דְּבוֹרָה (deborah), del verbo דבר (dabar), que vale hablar, ab ordine operum, quæ facit mim industria, y así es símbolo de la elocuencia, como tenemos dicho, vel à perdendo, quod etiam significat iden verbum, por la saña y furor con que acomete a los que se acercan a su colmena; pues, como tenemos dicho, compara el Espíritu Santo la punzada de su aguijona a las saetas de los asirios. El francés la llama mousche à miel, haciéndola especie de mosca, como en efecto lo son estos animalejos ceñidos que vuelan.