El espacio que hay en lo alto del muro de las fortalezas sobre que se levantan las almenas. Y, cuanto más ancho es el muro, tanto es él más espacioso. Es nombre arábigo. El padre Guadix dice traer origen de la palabra darab, que significa «golpeadero» o «heridero», porque desde el adarve hieren con flechas y golpean con piedras a los que pretenden arrimarse a los muros. Urrea dice derivarse del verbo derebe, que en arábigo vale esconderse detrás de algún reparo. Y es así que los que andan sobre los muros se reparan de los golpes del campo y se esconden de los enemigos, atravesando de una parte a otra, si no es cuando se quieren descubrir entre almena y almena. En estos lugares suelen usar de un estratagema que, siendo pocos los que están dentro de la fuerza, arman unas figuras y pónenles sus celadas, asomándolos por entre las almenas, y los del campo piensan que es gente de guarda. De aquí nacía el verbo «adarvarse», y estar adarvado uno cuando de algún espanto o admiración queda sin sentido, y parece una de estas figuras, que por otro nombre las llaman «bausanas». Puede ser que se haya dicho adarvado cuasi alarvado, de «larva», que vale fantasma, y valdrá lo mismo por quedar espantado. Proverbio: «Abájanse los adarves y levántanse los muladares», y usamos de él cuando vemos que el hombre noble se humilla y el ruin se ensalza.