Es una tierra colorada con que los aserradores y carpinteros suelen señalar las líneas por donde han de aserrar el madero o tabla, desatándola en agua y tiñendo en ella una cuerda que, extendida de extremo a extremo del madero, la golpean, levantándola con los dedos, y queda señalada en él, por la cual se rigen al aserrar. Y, por esta causa, llamaron los latinos rubrica fabrilis, y los griegos μιλτος τεκτονιην. El nombre almagre es arábigo y, en su terminación (según Diego de Urrea), se dice magretun, del verbo garre, que singifica engañar o teñir de otra color, disfrazando la natural. Y así, al color postizo, llama el latino fucus. Y porque antiguamente los que representaban se teñían la cara con el almagre, o vermellón, le dieron los árabes este nombre del que engaña. Y así, se ha de notar que la «m» no es letra radical, sino aditicia y formativa del nombre instrumental, y valdrá cosa con que tiñen o con que engañan. Enalmagrados llamaban los señalados por mal, como los encartados, los notados de infamia. Y por tal se tenía, en algún tiempo, tirar redomazo de almagre o tinta a la puerta de alguno. Y como es cosa sin fundamenteo, ya no hacen caso dello, no embargante que si constase del autor y de su intención, se castigaría. Un modo de decir hay tomado de los ganados que pasan a extremo, a los cuales señalan con diversos carácteres de almagre para ser conocidos los rebaños y el dueño; y a esta similitud, jugando del vocablo extremo por mejora, cuando uno se aprovecha de una cosa y, enfadado, della la da de mano y se emplea en otra mejor. Suelen decir enalmagrar y echar a extremo. De la almagre y uso della verás a Dioscórides, libro 5, capítulo 71, et ibi Lagunam. Plinio, libro 35, capítulo 6, de coloribus nativis et factitiis.