Latinē lena. La tercera para concretar hombre y la mujer se ayunten, no siendo el ayuntamiento legítimo, como el de marido y mujer. Alcahuetería: el tal ministerio y trato. El griego llama a la alcahueta μαστροπός, quasi quæ vocem maternam mentitur. Y es así que, para engañar a las pobre mozas, las llaman hijas, porque les ofrecen remedio, echándolas a perder, y las bobas, creyéndolo así, las llaman madre. Buen ejemplo tenemos en la famosa tragicomedia española dicha Celestina, del nombre malvado de una vieja, a la cual, no solo las mozas llamaban madre, mas aun los hombres. Y así, dice Calixto, hablando con su criado Parmeno: «Cien monedas di a la madre, ¿hice bien?». Las leyes de la Partida, título veinte y dos, trata de los alcahuetes y alcahuetas y pone cinco maneras de alcahueterías, y las penas merecidas por ellas; y, al fin de todo, pone estas palabras: «Otrosí, cualquier que alcahuetease a su mujer, decimos que debe morir por ende. Esa mesma pena debe haber el que alcahuetase a otra mujer casada, virgen, religiosa o viuda de buena fama, por algo que le diesen o le prometiesen de dar. Y lo que dijimos en este título ha lugar en las mujeres que se trabajan en hecho de alcahuetería».
Notorio es ser este nombre «alcahueta» arábigo. Y, según Diego de Urrea, que en término arábigo se llama cauadun, participio superlativo del verbo cade, que significa llevar guiando alguna cosa delante o detrás de sí. El padre Guadix dice estar corrompido el nombre de caguit, que vale atizador, encendedor e inflamador, del verbo arábigo auquet, que vale encender, porque enciende los ánimos de los que quiere se junten. Y deste verbo se dijo auquete que, corrompidamente, llamamos aluquete, que es el alguaquida, o la paja bañada en alcrebite para encender la lumbre.