Es lo mesmo que la mañana o la aurora, que es el resplandor del sol que alumbra el aire y las nubes antes de echar sus rayos en el hemisferio en donde amanece. Latinē aurora, diluculum, y porque en griego se llama λευκοθεα, leucothea, quasi alba dea, la llamamos alba, y alva, y albor, el resplandor de la mañana, y alborada, la madrugada que se hace al alba. Un dicho común que traemos a propósito, cuando uno pregunta con descuido y paciencia «¿Qué es aquello?», siendo cosa en su perjuicio, le responden «No es sino el alba que anda entre las coles». Para declararme, presupongo que los gentiles hacían a la aurora una deidad, figurándola como una ninfa muy hermosa, vestida de blanco y rociada de aljofar con gran gallardía y gentileza. Rosei spectabilis ore (como dice Ovidio), cuando Céfalo cuenta sus amores y la gente rústica, que no alcanza el sentido místico encerrado debajo de aquella corteza, creíaselo así. Y una hortelana, habiéndose entretenido con un amigo, detúvose más de lo que fuera razón para no ser visto, y salíase ya de la huerta. Ya que amanecía, el marido, que se levantó y vio el ruido que hacía saliendo por entre la hortaliza a gatas, llamó a su mujer muy maravillado y díjole: «Mujer, ¿es persona aquella que va haciendo ruido?». Respondió ella: «No es sino el alba que anda entre las coles». Por su alegría, le damos el epíteto de risueña, y decimos al reír del alba, conviene a saber, cuando empieza a amanecer, alborear. «La mañana de San Juan, al tiempo que alboreaba», &c.