Latín augurium. Género de adivinanza por el vuelo de las aves y por su canto, o por el modo de picar los granos o migajas que se les echaban, para conjeturar los augures buenos o malos sucesos. Díjose augurium, quasi avigerium, vel avigarium, y extiéndese a cualquiera señal o caso que puede anunciar bueno o mal suceso. Todo esto se entiende entre gentiles y bárbaros, y no entre cristianos. Muchos hombres valerosos y prudentes han hecho poco caso de los agüeros, como aquel que, no queriendo comer los pollos del agorero, ni picar los granos, estando cerca de la mar, los arrojó en el agua diciendo: «si no queréis comer, bebed». Epaminondas, capitán tebano, habiéndosele desatado la banda o ínfula de su lanza, llevándola en el aire, fue a parar sobre el sepulcro de un lacedemonio; y, cobrando de esto miedo los soldados, les dijo: «no temáis, que esto ha sido hacerles las obsequias a nuestros enemigos, pues les adornamos sus sepulcros». Otro capitán, que vio abrirse la tierra y tragarse un hombre de armas que se había adelantado a vista del campo contrario, dijo a los suyos: «Buen ánimo, que, pues la tierra no nos sufre, menos nos sufrirán los enemigos». Estos dos torcieron los agüeros siniestros en su favor. Algunas familias están notadas de tener ciertos agüeros pero, a Dios gracias, ya esto se va olvidando. Y, por ser curiosidad impertinente, dejo de referir aquí agüeros de buenos y malos sucesos, pero, de esta materia, vide Alexandri ab Alexandro et Guglielmus Budaeus in Pandectarum, de augurio. Agorero: el que adivina por agüeros.