Mucho tiempo me dio cuidado el averiguar qué fundamento pudo tener un proverbio común cuando uno dice alguna cosa que no cuadra ni viene a propósito, y no hallo otro fuera del que diré. Hubo entre los efesios un varón consumado en virtud, letras y valor de ánimo, llamado Hermodoro. (Vide Plinio, libro 34, capítulo 5, y Strabo, libro 14). Y con sus buenas partes ganó tran gran opinión en su república, que el pueblo le respetaba y obedecía con tanta veneración, que engendró envidia en los ánimos de los demás, que pretendían señorear y tiranizar la patria. Y a esta causa determinaron calumniarle y disfamarle, publicando trataba alzarse con ella. Y persuadieron al pueblo se ejecutase en él la ley del ostracismo, de la cual usaban los atenienses, desterrando por ella a los más virtuosos y valerosos, cobrándoles miedo, en lugar de haberles de pagar con mucho amor y agradecimiento. Pues como se persuadieron a que Hermodoro quería tiranizar la república, no embargante que él pretendiese desengañarlos y darles a entender la verdad, jamás le dieron oídos. Y todo cuanto él y algún otro bienintencionado les decía, o no lo querían oír, o les parecía disparate y fuera de propósito. De donde nació el proverbio: «Hablar ad efesios», cuando en opinión de los que oyen alguna razón o excusa, no la admiten y les parece que no viene a propósito, porque no les cuadra. Para comprobación de lo cual, traeré un lugar de Gerónimo Osorio Lusitano, en el libro 1 De gloria, con que entiendo habré probado mi intención, que dice así: Est namque vulgi proprium, omnem virtutis excellentiam odio habere, eamque ut libidini populi nimis adversariam, de medio tollendam putare. Hinc illud scelestissimum facinus Ephesiorum natum est qui cum, Hermodorum eicerent a civitate, non aliam causam attulerunt nisi quod virtutis industria nimium inter omnes excelleret.